FUNDADOR ILUSTRE Y GRAN REFORMADOR, PERO NUNCA LLEGÓ A LOS ALTARES

Así titula la biografía de Jean-Armand Le Bouthilier de Rancé, Alberto Royo, quien nos presenta una vida muy significativa e influyente en la historia de la Iglesia moderna en Francia.  Se trata de un gran reformador que nació en París el 9 de Enero de 1626, y llevaba el apellido de su ilustre padrino el cardenal de Richelieu. Procuraré resumirla tratando de ser fiel al autor.

Nació en una familia muy influyente de Francia, por tanto destinado desde siempre a grandes cargos de poder eclesiástico. De este modo será instituido canónigo de Notre-Dame de París y herederá en 1637 la encomienda de cinco abadías, entre las cuales se halla La Trapa. Su madre muere cuando él cuenta doce años.

Se caracterizó por su brillante capacidad académica, que lo llevó a los estudios clásicos y  a la teología, y posteriormente al sacerdocio, por el cual no sentía empatía. Es ordenado el 22 de Enero de 1651, y será doctor por la Sorbona en 1654. Hecho archidiácono por su tío Víctor, lleva una vida desordenada, “por la mañana a predicar como un ángel, y por la tarde a cazar como un demonio".

En 1657 ocurre una seria de acontecimientos que lo llevan a una profunda conversión. La muerte improvisa de la Condesa de Montbazon, amada por él, y la enemistad del primer ministro, Mazzarino, determinaba su caída en desgracia y su retirada de la vida pública, lo que lo lleva a sumergirse en la lectura de los “Padres del desierto”, pide consejo, visita a la Madre Luisa Rogier de la Visitación, de Tours, y por ella a los Oratorianos.

Siempre indeciso por su futuro, Rancé va a pedir consejo a unos santos obispos, en el verano de 1660. Monseñor de Pamiers le persuade a que se quede solamente con un beneficio eclesiástico y le orienta hacia el episcopado. Monseñor de Comminges le propone la vida monástica, pero Rancé la rechaza sin rodeos. Pese a la oposición de su familia distribuye todos sus bienes y sólo se queda en 1663 con La Trapa. De momento sólo pensaba ordenar esa comunidad degradada hasta el extremo. “La abadía está en ruinas y sus seis monjes parecen salvajes". Rancé comienza a trabajar y hace venir de Perseigne seis monjes de la Estrecha Observancia a la que quiere unir La Trapa.

 17 de abril de 1663, se decidió a  ser verdaderamente monje y abad regular. La autorización la obtiene de  Dom Jouaud, abad de Prières y Vicario general de los Reformados.

Toma el hábito el 13 de junio. Hace un noviciado fervoroso y penitente, aunque entrecortado por ausencias debidas a la enfermedad o a misiones recibidas en servicio de la Orden. Pronuncia los votos el 26 de Junio de 1664. El 13 de Julio recibe la bendición abacial y el 14 de julio comienza sus funciones en La Trapa. Allí encuentra la observancia reformada muy débil y quiere instaurar en La Trapa un régimen más penitente.

Rancé es designado el 1 de setiembre de 1664 como uno de los embajadores de la Estrecha Observancia ante el Papa Alejandro VII, ya que Roma quiere definirse sobre esta reforma tan contestada por una parte de la Orden, entre los que  se halla el abad de Císter Dom Vaussin. Esto le obligo a Rancé a conocer la regla,  los Usos cistercienses y la relación entre las fuentes de la Orden y los diversos reglamentos en uso, preparándole así a su tarea de abad reformador.

Rancé va introduciendo progresivamente en su monasterio una ascesis más rigurosa que en otras partes, tal como él la entiende siguiendo los escritos de san Benito y de san Bernardo, releídos a la luz de san Basilio, los Padres del Desierto y sobre todo san Juan Clímaco.

Rancé no establecerá de un golpe y de modo autoritario los nuevos reglamentos de La Trapa. En primer lugar compartió con su comunidad, en capítulos vibrantes, su pasión por la vida penitente de los “Padres". Después atrajo a los hermanos a los proyectos de reforma correspondientes. Ellos, lo mismo que él, deseaban “seguir constantemente los ejemplos de los ancianos".

En este tiempo era muy importante la búsqueda de la salvación, por lo que los monjes sentían que la adquirían mediante la vida que les proporcionaba la abadía. No se trataba de penitencias rigurosas, sino la penitencia no es otra cosa que la conformidad de nuestro corazón con el de Dios". Ella no tiene valor sino en la medida en que alcanza la Voluntad Divina que es la caridad. Por otra parte, para Rancé es la voluntad propia y no el cuerpo el verdadero enemigo.

Rancé pensaba haber encontrado en el camino cenobítico, según los Padres, el remedio eficaz a las consecuencias desastrosas de los ilusorios placeres del mundo pecador. Propone a sus hijos esta posibilidad de curación. Confiando en la misericordia de Dios que salva al pecador que se arrepiente en la vida monástica, Rancé no promete una felicidad inmediata, pero está seguro de guiar a sus hijos hacia los gozos perdurables del Cielo.

Su reforma se dio a conocer por medio de varias de sus publicaciones, entre estas: “Santidad y deberes de la vida monástica"; “Relaciones sobre la muerte de algunos religiosos".

Tras una larga agonía murió el 27 de octubre de 1700, de una manera muy santa, recostado sobre paja y ceniza, en presencia del obispo de Séez, después de pronunciar estas últimas palabras: “Señor, no tardes más; Dios mío, ven pronto".

Bibliografía:

https://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1002121106-fundador-ilustre-y-gran-refor